- Por Jorge Calvo Martín, Responsable de Innovación y Tecnología en Colegio Europeo de Madrid
Vivimos en una sociedad en la que, en todos los aspectos, hemos tenido que incorporar nuevas herramientas de trabajo a cualquier sector, herramientas y elementos que hace unos años desconocíamos o que, incluso, ni si quiera se habían inventado. Como en cualquier otro ámbito, el campo de la educación ha tenido que reinventarse y tanto los profesores como los centros educativos, nos hemos visto con la necesidad de mantenernos a la vanguardia con el fin de poder preparar a nuestros alumnos, de la forma más eficaz, para el futuro profesional y personal que les espera.
Por ello, hemos llegado a un punto en el que tecnología y educación son palabras que, inevitablemente, parece que ya van de la mano. Ahora bien, ¿somos realmente conscientes de la importancia que una tiene sobre la otra?
Es importante que, por un lado, sepamos diferenciar esa parte de la tecnología que actualmente nos rodea por todos lados y con la que convivimos en nuestra vida cotidiana de aquella tecnología que los especialistas podemos llevar a las aulas y que es la que nos genera un aprendizaje. Sin ninguna duda, la tecnología se convierte en educativa cuando pasa por las manos de un profesor y este genera una guía de aprendizaje. En este aspecto, es muy importante que tengamos en cuenta que la tecnología más innovadora y sorprendente no nos garantiza dar una buena clase, ya que esto siempre dependerá de cómo enfoquemos y diseñemos sus funciones, porque muchas veces, la tecnología o el recurso más sencillo pueden ser capaces de proyectar, perfectamente, nuestra idea en el aula y conseguir, de este modo, los resultados esperados con unas herramientas mucho más sencillas. Por ello, el papel del profesor es totalmente fundamental en esta nueva forma de aprender.
Además, cabe destacar que la tecnología nos muestra disponibilidad, nos muestra estar conectados, nos muestra inmediatez, pero también nos puede mostrar sorpresa, novedad, innovación y visión. Factores que, unidos a los que ya tenemos y conseguimos de forma natural en el aula, nos ayudan a crear nuevas líneas de aprendizaje. Dentro de estas nuevas líneas podemos encontrar valores y aspectos como la autonomía, las competencias o las relaciones, factores que se pueden conseguir con más fuerza gracias a la tecnología en el aula. ¿Significa esto que sin tecnología no somos capaces de ofrecer a los alumnos estas competencias? Por supuesto que no, pero hay que destacar que, gracias al uso correcto de los recursos digitales, podemos encontrar nuevos caminos para que el alumno aprenda de forma más efectiva y rápida sobre estos 3 pilares. La tecnología nos permite generar curiosidad en clase y esto es un gran punto que juega a nuestro favor, las nuevas generaciones son grandes conocedoras de la tecnología, pero no saben aplicarla ni aprender con ella y es ahí donde el profesor tiene que aprovechar y convertirla en su mejor aliada.
Sin ninguna duda, la idea de trabajar con dispositivos en el aula, como las tablets, nos abre aún más el campo de la interacción, exploración y personalización de nuestras actividades y metodologías. No obstante, es muy importante que tengamos en cuenta que se trata de un recurso más en clase, no de un sustitutivo, ni del papel, ni de los profesores, ni de los libros. No obstante, hay algo que debemos tener en cuenta: la gestión de estos recursos. Un dispositivo conectado a internet puede ser altamente beneficioso en enriquecer el contenido de nuestra asignatura, pero también puede ser altamente disuasorio si el profesor no está bien formado para saber cómo gestionar, guiar y mediar en esta tarea. Por tanto, ¿la tecnología es realmente beneficiosa para los niños? Por supuesto que sí, porque nos está dando la oportunidad de innovar en educación y hacer que la experiencia del alumno sea maravillosa y que, sobre todo, su aprendizaje esté prácticamente garantizado. Ahora bien, tenemos que saber usarla de la forma correcta y más en un campo tan importante y básico como el de la educación.
Llegados a este punto, hay una cuestión muy importante que todos hemos de tener clara: ¿Debemos adaptarnos nosotros a la tecnología o es ella quien debe adaptarse a nosotros? Es fundamental que la tecnología se adapte a nuestras necesidades en el aula, que se adapte a nuestra metodología de trabajo y nunca al revés. Uno de los principales objetivos de la tecnología educativa es trabajar sobre ese “canal” que une al profesor con su alumno, en mejorar esa línea de aprendizaje y llegar a los estudiantes de una manera más productiva o eficiente en los casos que sea necesario.
La tecnología educativa no está tan lejos de las aulas como pensamos, y la muestra de ello son proyectos pioneros como EuropeanValley, en el Colegio Europeo de Madrid, y su manera de ver la tecnología, que demuestra que estamos en el comienzo de esta pequeña revolución que, al final, nos está atrapando en el campo de la educación. Con todo esto, debemos creer en un valor de cambio en la educación, usando la tecnología como un medio y no como un fin.
La tecnología educativa viene a sumar en las aulas y nunca a sustituir. Por ello, debemos tener claro que el aprendizaje nace en el profesor y crece en el alumno, el cómo lo consigamos o el cómo lo cuidemos dependerá del docente y no del medio.
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